miércoles, 18 de mayo de 2011

Crítica de la razón etílica.

      Ahí está, sobre la barra del "bar" que si pudiera hablar nos contaría cosas inverosímiles, un vaso. Medio vacío. De contenido dudoso, supuestamente es vodka, aunque en un antro como éste permitid me que lo dude, pero hagamos como sí así fuera. ¿A qué mundo me llevará hoy?... La mitad ingerida empieza hacer efecto, el cargado ambiente ya no resulta tan patético y hostil, los músculos se relajan, los ojos empiezan a brillar, reflexiono...
      El incesante, absurdo y poco coherente soliloquio empieza a derramarse sobre las mentes igual de perturbadas que la mía bajo los efectos del poderoso elixir y mientras analizo con el criterio de conveniencia a los sujetos que me rodean, me encuentro el mismo análisis en las miradas de los demás, quizás aun más descarado que el mío.Sonrisas de complicidad, posturas insinuantes, la representación está en pleno apogeo, es la hora punta y el local está lleno, los actores (malísimos , por cierto) en sus puestos, con sus respectivas máscaras, interpretando el rol de los jueves, a saber: gente intelectualísima, fina y que se cortaría un brazo antes de aceptar una crítica. El monólogo social empieza a segmentarse y entra en escena el poder de convicción y la retórica. El imperativo categórico empieza a tambalearse y el guión se sigue estrictamente. La luz tenue difumina el contorno de las cosas, las caras se ven borrosas, las imperfecciones desaparecen, se hace presente una nueva realidad, la realidad de lo irracional, lo que está por descubrir, lo maravilloso...  Para qué nos vamos a engañar, en cierta medida todos somos egoístas y la carne es débil. Qué poco importan en este momento los complejos, las dudas y el día de mañana, oh, maldito carpe diem...
                                                                               ***

   Supongo que está amaneciendo, me da miedo abrir los ojos porque la conciencia sigue dormida y su despertar causa un dolor más que físico. Poco a poco vuelven las imagenes, resuenan fragmentos de conversaciones, si es que se les puede llamar así, y ,enseguida, quiero olvidarlas.Los sentidos vuelven  a cumplir sus funciones, algunos más que otros, el ojo-demiurgo observa horrorizado al caballero de la triste (y resacosa) figura. En el asiento trasero del coche. En un rincón de los montes de Málaga. Se cierra el telón. Sale el sol.  Bienvenida a la auténtica realidad.

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