martes, 28 de mayo de 2013

Tres rayas blancas

    No es el cuerpo, es la mente lo que se retuerce del deseo y a pesar de meses de terapias físicas y metafísicas me doy cuenta de que sigo adicta a esas tres rayas blancas... de su sudadera negra de Adidas. Y por mucho que me insistan que es la luna creciente lo que hay en el cielo de noche, para mí siempre será la sonrisa de Cheshire.

A solas

     Amanece. Cantan los primeros Windows. Con una copa en la mano no quería saber la respuesta,  sino olvidar la pregunta. No es que me equivoqué de parada, es que me equivoqué de tren. Dicen que el alcohol se elimina del organismo por completo en siete días, o sea, nunca, en fin… miro el vaso y me ahogo en él.

...¿qué  hacer  cuando  corro  a  esconderme  de  mí  misma  debajo  de  la  cama  y  ver  que  ya  estoy  ahi…?.

    Ni sangre, ni alturas, ni profundidades marinas, lo que realmente da miedo es quedarse uno a solas consigo mismo, tan a solas que descubres que lo que parecía la perfección resultó ser photoshop, tan a solas que oyes a la criatura que tienes dentro, preparando un golpe de estado. La paz se ha perdido, el desequilibrio es más que obvio, el subconciente prepara una manifestación con pancartas y hay desfiles de neuronas reclamando revolución, un cambio de actitud, de conciencia. Hay tensión en el cuerpo. Literalmente.

     No es tan fácil cambiar, los cortes nunca cicatrizan bien, sobre todo si no se han desinfectado antes. Puesto que en el amor y en la guerra todo vale, dejaré el vaso, iré a por una botella y haré un par de llamadas. Por algo hay que empezar.